Skip to main content

Ya hemos señalado que las enseñanzas de la ICR tienen mucho en común con las creencias de cristianos alrededor de todo el mundo. Sin embargo, como denominación tendemos a enfatizar algunas enseñanzas o interpretaciones bíblicas más que otras.

Si piensas en la iglesia mundial como un cuerpo, entonces puedes imaginar las denominaciones como órganos individuales. Cada órgano contribuye al correcto funcionamiento del cuerpo, y cada uno desempeña una función única. O imagina una habitación llena de hispanohablantes de diferentes rincones del mundo. Cada uno habla el mismo idioma, pero ¡sus acentos les hacen sonar muy diferente! A veces nos referimos a nuestro énfasis particular como hablar con un acento Reformado. Tres palabras que figuran con prominencia dentro de un acento Reformado son soberanía, pacto y reino.

Soberanía

¡Todo se trata de Dios! Aquellos que hablan con un acento Reformado tienen una visión muy elevada de la soberanía de Dios: el plan de Dios, la voluntad de Dios, el poder de Dios. Todo lo que sucede en el mundo, desde los actos de las naciones hasta la fe de los individuos, está bajo el control soberano de Dios.

Nuestra misma salvación depende de la soberanía de Dios. Ningún pensamiento, palabra, acción o deseo humano está libre de los efectos del pecado. La Biblia dice que estamos “muertos en [nuestras] transgresiones y pecados” (Efesios 2:1). No podemos librarnos de la esclavitud del pecado ni librarnos de la deuda del pecado. Nuestra única esperanza está en la gracia soberana de Dios, por la cual él abre nuestros corazones y da poder a nuestra voluntad por el Espíritu Santo para servir a Dios.

Esto no significa que no tengamos ninguna parte que cumplir en nuestra salvación. Necesitamos pedir la ayuda de Dios y responder a los impulsos del Espíritu. Sin embargo, nuestra salvación es la obra de la gracia soberana de Dios de principio a fin. Así que decimos con el apóstol Pablo, “A aquellos que Dios conoció de antemano, también predestinó a ser conformados a la imagen de su Hijo. . . . Y a los que predestinó, también llamó; A los que él llamó, también justificó; A los que justificó, también glorificó” (Romanos 8:29-30).

Pacto

Otra palabra que aparece mucho en nuestro acento Reformado es pacto. Un pacto es como un contrato o un tratado. Se trata de socios que hacen promesas entre sí y luego sellan el acuerdo de alguna manera apropiada, con firmas, por ejemplo. La Biblia habla de Dios como un “Dios de pactos”, lo que significa que él hace promesas y las mantiene. (La palabra testamento, como en el Antiguo y el Nuevo Testamento, se refiere también al pacto de Dios).

Esto es algo bueno de saber, porque la triste verdad sobre nosotros es que todos nosotros los seres humanos tenemos dificultades para cumplir nuestras promesas. Piense en todas esas resoluciones de Año Nuevo que se disipan para el 2 de enero. Lo que es más triste, piense en el número de promesas de matrimonio, hechas en completa sinceridad, que están rotas. Dios hace firmes promesas de pacto para amar y proteger, para cuidar y guiar a su pueblo, en la enfermedad y en la salud, en riqueza o en pobreza. Aunque nuestras promesas son débiles, las de Dios son firmes. De hecho, Dios puede mantener nuestro pacto por sí mismo.

Aquí es donde nuestro acento Reformado se vuelve más pronunciado. Nosotros profesamos que las promesas de Dios no se hacen simplemente a los individuos sino a una comunidad—y no solo eso, sino que las promesas de Dios son generacionales. Deducimos esto del pacto del Antiguo Testamento de Dios con el pueblo de Israel. Y observamos que en el día de Pentecostés, en el primer sermón cristiano, el apóstol Pedro insta a los judíos adultos a arrepentirse y creer esta nueva interpretación de los acontecimientos de la vida y la muerte de Jesús y su complicidad en ella. De hacerlo, dice Pedro, recibirán el Espíritu Santo prometido, que es “para ustedes y sus hijos y para todos los que están lejos, para todos los que el Señor nuestro Dios llame” (Hechos 2:39). Incluso en el Nuevo Testamento, las promesas de Dios son comunales y generacionales.

Esto significa, por ejemplo, que con alegría bautizamos a adultos que quieren profesar su fe, y con la misma alegría bautizamos niños (una práctica que se remonta a la iglesia primitiva). Sin embargo, debemos notar algo. El bautismo está reservado para los hijos de padres creyentes (o de un padre creyente) que son parte de la familia eclesial, porque sabemos que el Espíritu Santo está activo en esos hogares. Esos niños crecerán y experimentarán las promesas de Dios en casa y en la comunidad cristiana. El bautismo infantil indica que Dios extiende su promesa a nuestros hijos aunque no tengan entendimiento en ese momento. Es una señal para toda la congregación de que la gracia de Dios es un don que no podemos ganar: todo se trata de que Dios actúe primero.

Reino

Una última palabra que es importante para un acento Reformado es reino. Y aquí el acento se vuelve muy amplio porque reino asume toda la cultura humana en todo el mundo. A diferencia de las naciones en la tierra, el reino de Dios no tiene fronteras definidas. No se limita a una cierta ubicación, como una catedral; tampoco se puede reducir a la actividad “religiosa”. Por el reino de Dios nos referimos al gobierno soberano de Dios sobre todas las cosas. Creemos que el Espíritu de Dios se ocupa de extender el dominio de Dios sobre toda la creación.

Ciertamente el reinado de Dios es evidente en las experiencias espirituales de renovación y cambio. Pero también es evidente en la misericordia con la Dios sostiene a la creación día a día, y estación por estación. El reino de Dios es evidente dondequiera que se haga la voluntad de Dios, en acciones, vidas, tecnología, arte e instituciones.

Dios nos llama a cada uno a participar en la expansión de su reino. El mundo entero es un lugar donde podemos llevar a cabo la misión de restaurar la creación de Dios. En las memorables palabras del estadista y pastor holandés Abraham Kuyper, “No hay ningún centímetro en todo el dominio de nuestra existencia humana que Cristo, que es Soberano sobre todo, no reclame como suyo”.

Nuestro enfoque en el reino significa que nuestra denominación ha estado activa en algunas actividades únicas de construcción del reino. Evitando cualquier división entre lo sagrado y lo secular, fomentamos los esfuerzos en todas las esferas de la actividad humana: arte, medios de comunicación, publicaciones, derecho, educación, relaciones laborales, cuidado de enfermos, agricultura, negocios, justicia social y política. Ningún área de labor humana está excluída. Las comunidades de la ICR han establecido escuelas cristianas desde la educación preescolar hasta los estudios de posgrado, no para proteger a los estudiantes del mundo sino para darles las herramientas para trabajar en cualquier aspecto de la cultura desde la perspectiva del reino de Dios.
Después de todo, es el mundo de Dios.

Jesús vino a inaugurar el reino de Dios. Su victoria sobre el pecado y la muerte fue revolucionaria. Aunque el pecado, el quebrantamiento y el mal todavía son evidentes en el mundo, el reino de Dios ya está aquí y todavía está viniendo. Algún día Cristo vendrá de nuevo, trayendo el reino en su totalidad. Mientras tanto oramos y actuamos para que el reino de Dios venga.

¿quieres saber más? Lea sobre la historia de la Reforma (available in English only).

---

The text above has been excerpted with permission from a brochure entitled The Christian Reformed Church: Who We Are and What We Believe, © 2018, Faith Alive Christian Resources, Grand Rapids MI. Print copies are available for purchase. No part of this may be reproduced in any manner whatsoever without written permission from the publisher.