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Table of Contents

Introducción

El Catecismo de Heidelberg (1563) fue escrito en la ciudad de Heidelberg, Alemania, a petición de Elector Federico III, quien gobernó la provincia del Palatinado de 1559 a 1576. El nuevo catecismo se escribió con el fin de que fuera una herramienta para enseñar a los jóvenes, guiar la predicación en las iglesias de la provincia y como una forma de unidad confesional entre las varias facciones protestantes del Palatinado. Una antigua tradición afirma que Zacarías Ursino y Gaspar Oleviano fueron los que escribieron el catecismo, pero el proyecto fue más bien el trabajo de un equipo de ministros y teólogos universitarios bajo la supervisión de Federico mismo. Ursino fue quizá el escritor principal del equipo, y Oleviano cumplió un papel subordinado. El catecismo fue aprobado por el sínodo de Heidelberg, en enero de 1563. Ese mismo año se publicó en Heidelberg una segunda y tercera edición en alemán, cada una con pequeñas adiciones. También se publicó una traducción en latín. La tercera edición fue añadida a la Forma de Gobierno de la Iglesia del Palatinado, el 15 de noviembre de 1563. En ese momento el catecismo fue dividido en 52 secciones o domingos, con el fin de que el contenido de cada sección fuese explicado cada domingo en un culto de adoración vespertino durante todo el año.

El Sínodo de Dort aprobó el Catecismo de Heidelberg en 1619, y rápidamente se convirtió en el documento más ecuménico de los catecismos y confesiones reformadas. Ha sido traducido a las muchas lenguas de Europa, Asia y África, y se mantiene como el catecismo más usado y alabado del período de la Reforma.

La mayor parte de las referencias bíblicas de esta traducción del catecismo fueron incluidas en las ediciones alemanas y latinas, pero la selección de esta edición fue aprobada por el Sínodo de la Iglesia Cristiana Reformada de 1975.

Domingo 1

P y R 1

P.  ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?

R.  Que no me pertenezco a mí mismo,1
sino que pertenezco
–en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte–2 

a mi fiel Salvador, Jesucristo,3

quien pagó por completo todos mis pecados con su preciosa sangre,4
y me ha liberado de la tiranía del diablo.5
También cuida de mí de tal manera6
que ni un solo cabello de mi cabeza puede caer sin la voluntad de mi Padre que está en el cielo;7 por cierto, es necesario que todas las cosas colaboren para mi salvación.8

Porque pertenezco a Cristo, él mediante su Espíritu me asegura la vida eterna,9
y me hace completamente dispuesto y listo para vivir para él de ahora en adelante.10

1 1 Cor. 6:19-20
2 Rom. 14:7-9
3 1 Cor. 3:23; Tito 2:14
4 1 Pedro. 1:18-19; 1 Juan 1:7-9; 2:2
5 Juan 8:34-36; Heb. 2:14-15; 1 Juan 3:1-11
6 Juan 6:39-40; 10:27-30; 2 Tes. 3:3; 1 Pedro. 1:5
7 Mat. 10:29-31; Lc. 21:16-18
8 Rom. 8:28
9 Rom. 8:15-16; 2 Cor. 1:21-22; 5:5; Ef. 1:13-14
10 Rom. 8:1-17

P y R 2

P. ¿Qué debes saber para vivir y morir en el gozo de esta consolación?

R. Tres cosas:

primero, cuán grandes son mi pecado y mi miseria;1

segundo, de qué manera soy librado de todos mis pecados y miseria;2
y tercero, cómo voy a agradecerle a Dios por tal liberación.3

1 Rom. 3:9-10; 1 Juan 1:10
2 Juan17:3; Hch. 4:12; 10:43
3 Mat. 5:16; Rom. 6:13; Ef. 5:8-10; 2 Tim. 2:15; 1 Pedro. 2:9-10

Primera parte: Miseria

Domingo 2

P y R 3

P. ¿Cómo llegas a conocer tu miseria?

R.  La ley de Dios me la da a conocer.1

1 Rom. 3:20; 7:7-25

P y R 4

P.  ¿Qué nos exige la ley de Dios?

R.  Cristo nos lo enseña de manera concisa en Mateo 22:37-40:

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente.1
Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.

El segundo es similar: Ama a tu prójimo como a ti mismo.2

De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”.

1 Dt. 6:5
2 Lv. 19:18

P y R 5

P. ¿Puedes vivir a la altura de todo esto de manera perfecta?

R. No.1
Tengo una tendencia natural a odiar a Dios y a mi prójimo.2

1 Rom. 3:9-20, 23; 1 Juan 1:8, 10
2 Gen. 6:5; Jer. 17:9; Rom. 7:23-24; 8:7; Ef. 2:1-3; Tito 3:3

Domingo 3

P Y R 6

P. ¿Creó Dios a la gente tan mala y perversa?

R. No.

Dios los creó buenos1 y a su propia imagen,2

es decir, en verdadera justicia y santidad,3

para que

verdaderamente conocieran a su creador,4
lo amaran de todo corazón, y vivieran con él en felicidad eterna,
para alabarle y glorificarle.5

1 Gen. 1:31
2 Gen. 1:26-27
3 Ef. 4:24
4 Col. 3:10
5 Sal. 8

P y R 7

P. ¿De dónde proviene entonces esta naturaleza humana corrompida?

R. Proviene de la caída y desobediencia de nuestros primeros padres,
Adán y Eva, en el paraíso.1

Esta caída ha envenenado de tal manera nuestra naturaleza2

que todos somos concebidos y nacidos en una condición pecaminosa.3

1 Gen. 3
2 Rom. 5:12, 18-19
3 Sal. 51:5

P y R 8

P. ¿Pero estamos tan corrompidos que somos totalmente incapaces de hacer ningún bien e inclinados a todo mal?

R. Sí,1 a menos que seamos renacidos
por el Espíritu de Dios.2

1 Gen. 6:5; 8:21; Job 14:4; Isa. 53:6
2 Juan 3:3-5

Domingo 4

P y R 9

P. ¿Pero no es Dios injusto cuando nos exige en su ley que hagamos lo que no podemos cumplir?

R. No, Dios creó a los seres humanos con la habilidad de cumplir con la ley.1
Pero al ser provocados por el diablo2

y a causa de su desobediencia voluntaria,3
se despojaron a sí mismos y a toda su descendencia de estos dones.4

1 Gen. 1:31; Ef. 4:24
2 Gen. 3:13; Juan 8:44
3 Gen. 3:6
4 Rom. 5:12, 18, 19

P y R 10

P. ¿Permite Dios que tal desobediencia y rebelión quede sin castigo?

R. Ciertamente que no.
Dios está terriblemente airado

contra el pecado con que nacemos y los pecados que cometemos personalmente.

Como juez justo,
Dios castigará ambos pecados tanto ahora como en la eternidad,1
habiendo declarado:
“Maldito sea todo aquel no practica fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley”.2

1 Ex. 34:7; Sal. 5:4-6; Nah. 1:2; Rom. 1:18; Ef. 5:6; Heb. 9:27
2 Gal. 3:10; Dt. 27:26

P y R 11

P.  ¿Pero no es Dios también misericordioso?

R.  Dios es ciertamente misericordioso,1
pero también es justo.2
La justicia de Dios demanda

que el pecado que se ha cometido en contra de su suprema majestad
sea castigado con la pena máxima –
el castigo eterno de cuerpo y alma.3

1 Ex. 34:6-7; Sal. 103:8-9
2 Ex. 34:7; Dt. 7:9-11; Sal. 5:4-6; Heb. 10:30-31
3 Mt. 25:35-46

Segunda parte: Liberación

Domingo 5

P y R 12

P.  Según el justo juicio de Dios,
merecemos ser castigados ahora y en la eternidad:
¿Cómo, pues, podremos escapar este castigo y volver a gozar del favor de Dios?

R.  Dios requiere que su justicia sea satisfecha.1
Por tanto, se debe satisfacer completamente las demandas de esta justicia,
sea por nosotros mismos o por algún otro.2

1 Ex. 23:7; Rom. 2:1-11
2 Isa. 53:11; Rom. 8:3-4

P y R 13

P.  ¿Podemos pagar esta deuda nosotros mismos?

R.  Definitivamente que no.
De hecho, cada día incrementamos nuestra deuda.

1 Mt. 6:12; Rom. 2:4-5

P y R 14

P.  ¿Podrá otra criatura –cualquiera que sea– pagar nuestra deuda?

R.  No.
Para empezar,

Dios no va a castigar a ninguna otra criatura
por la culpa del ser humano.1

Además,

ninguna simple criatura puede soportar el peso de la ira eterna de Dios en contra del pecado y liberar a otros de ella.2

1 Ez. 18:4, 20; Heb. 2:14-18
2 Sal. 49:7-9; 130:3

P y R 15

P.  ¿Entonces qué tipo de mediador y liberador deberíamos buscar?

R.  Uno que sea un ser humano verdadero1 y justo,2

pero que también sea más poderoso que todas las criaturas, esto es, uno que también sea verdadero Dios.3

1 Rom. 1:3; 1 Cor. 15:21; Heb. 2:17
2 Isa. 53:9; 2 Cor. 5:21; Heb. 7:26
3 Isa. 7:14; 9:6; Jer. 23:6; Juan 1:1

Domingo 6

P y R 16

P.  ¿Por qué el mediador debe ser un ser humano verdadero y justo?

R.  La justicia de Dios demanda

que sea la naturaleza humana que pecó la que pague por el pecado;1
pero un ser humano pecaminoso jamás podría pagar por otros.2

1 Rom. 5:12, 15; 1 Cor. 15:21; Heb. 2:14-16
2 Heb. 7:26-27; 1 Pedro. 3:18

P y R 17

P.  ¿Por qué el mediador también debería ser verdadero Dios?

R.  Para que el mediador sea capaz de soportar,

por el poder de su divinidad,

el peso de la ira de Dios en su humanidad

y ganar para nosotros
y restaurar para nosotros

la justicia y la vida.1

1 Isa. 53; Juan 3:16; 2 Cor. 5:21

P y R 18

P.  ¿Quién es entonces este mediador –verdadero Dios y, al mismo tiempo, ser humano verdadero y justo?

R.  Nuestro Señor Jesucristo,1

que nos fue dado
para liberarnos completamente
y hacernos justos ante Dios.2

1 Mt. 1:21-23; Lc. 2:11; 1 Tim. 2:5
2 1 Cor. 1:30

P y R 19

P.  ¿Cómo te enteras de esto?

R.  Me lo dice el santo evangelio.

Ya en el paraíso Dios empezó a revelar el evangelio;1
después Dios lo proclamó

por medio de los santos patriarcas2 y profetas3

y lo prefiguró

por medio de los sacrificios y otras ceremonias de la ley;4

y finalmente Dios lo cumplió

mediante su propio amado Hijo.5

1 Gen. 3:15
2 Gen. 22:18; 49:10
3 Isa. 53; Jer. 23:5-6; Mi. 7:18-20; Hch. 10:43; Heb. 1:1-2
4 Lv. 1-7; Juan 5:46; Heb. 10:1-10
5 Rom. 10:4; Gal. 4:4-5; Col. 2:17

Domingo 7

P y R 20

P.  Entonces toda la gente es salvada por medio de Cristo, así como todos se perdieron por medio de Adán?

R.  No
Los únicos que son salvos son aquellos que mediante la verdadera fe

son injertados en Cristo

y aceptan todos sus beneficios.1

1 Mt. 7:14; Juan 3:16, 18, 36; Rom. 11:16-21

P y R 21

P.  ¿Qué es la verdadera fe?

R.  La verdadera fe no es sólo un seguro conocimiento por el cual sostengo como cierto

todo lo que Dios nos ha revelado en la Escritura;1

sino también una confianza completa,2

que  el Espíritu Santo crea en mí3 por medio del evangelio,4
de que Dios ha concedido gratuitamente,

no sólo a otros, sino que también a mí,5

perdón de pecados,
justicia eterna,
y salvación.6

Estos son dones de pura gracia,
concedidos sólo en base a los méritos de Cristo.7

1 Juan 17:3, 17; Heb. 11:1-3; Stg. 2:19
2 Rom. 4:18-21; 5:1; 10:10; Heb. 4:14-16
3 Mt. 16:15-17; Juan 3:5; Hch 16:14
4 Rom. 1:16; 10:17; 1 Cor. 1:21
5 Gal. 2:20
6 Rom. 1:17; Heb. 10:10
7 Rom. 3:21-26; Gal. 2:16; Ef. 2:8-10

P y R 22

P.  ¿Qué, pues, debe creer un cristiano?

R.  Todo lo que se nos ha prometido en el evangelio,1

lo cual se resume en los artículos de nuestra indiscutible fe cristiana universal.

1 Mt. 28:18-20; Juan 20:30-31

P y R 23

P.  ¿Qué dicen estos artículos?

R.  Creo en Dios Padre, todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por el Espíritu Santo
y nacido de la virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió al infierno.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió al cielo
y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso.
De allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección del cuerpo,
y la vida eterna. Amén.

Domingo 8

P y R 24

P.  ¿En cuántas partes se dividen estos artículos?

R.  Se dividen en tres partes:

Dios Padre y nuestra creación;
Dios el Hijo y nuestra liberación;
y Dios Espíritu Santo y nuestra santificación.

P y R 25

P.  Puesto que sólo existe un único ser divino,1 ¿por qué hablas de tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo?

R.  Porque así

se ha revelado Dios en su Palabra:2
estas tres personas distintas son el único, verdadero y eterno Dios.

1 Dt. 6:4; 1 Cor. 8:4, 6
2Mt. 3:16-17; 28:18-19; Lc. 4:18 (Isa. 61:1); Juan 14:26; 15:26; 2 Cor. 13:14; Gal. 4:6; Tit. 3:5-6

Dios Padre

Domingo 9

P y R 26

P.  ¿Qué profesas creer cuando dices “creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”?

R.  Que el eterno Padre de nuestro Señor Jesucristo,

quien de la nada creó el cielo y la tierra

y todo lo que en ellos hay,1

quien los sostiene y gobierna

por su eterno consejo y providencia,2

es mi Dios y Padre

a causa de Cristo su Hijo.3

Confío tanto en Dios que no dudo

que él proveerá

de todo lo que necesite para mi cuerpo y alma,4

y que cambiará para mi bien

cualquier adversidad que él me envía en este mundo afligido.5

Dios puede lograrlo porque es Dios todopoderoso,6
y quiere hacerlo porque es mi Padre fiel.7

1 Gen. 1-2; Ex. 20:11; Sal. 33:6; Isa. 44:24; Hch. 4:24; 14:15
2 Sal. 104; Mt. 6:30; 10:29; Ef. 1:11
3 Juan 1:12-13; Rom. 8:15-16; Gal. 4:4-7; Ef. 1:5
4 Sal. 55:22; Mt. 6:25-26; Lc. 12:22-31
5 Rom. 8:28
6 Gen. 18:14; Rom. 8:31-39
7 Mt. 7:9-11

Domingo 10

P y R 27

P.  ¿Qué entiendes por la providencia de Dios?

R.  Es el poder todopoderoso y siempre presente de Dios1

por el cual Dios sostiene en su mano

el cielo
y la tierra
y todas las criaturas,2

y las gobierna de tal manera que

las hojas y la hierba,
la lluvia y la sequía,
los años fructíferos y magros,
la salud y la enfermedad,
la prosperidad y la pobreza–3
de hecho, todas las cosas que nos acontecen

no ocurren por azar4
sino por su mano paternal.5

1 Jer. 23:23-24; Hch. 17:24-28
2 Heb. 1:3
3 Jer. 5:24; Hch. 14:15-17; Juan 9:3; Prov. 22:2
4 Prov. 16:33
5 Mt. 10:29

P y R 28

P. ¿Cómo nos ayuda saber de la creación y la providencia de Dios?

R.  Nos ayuda a ser pacientes cuando las cosas van mal,1

y agradecidos cuando todo va bien,2
y podemos mirar al futuro con gran confianza en nuestro Dios y Padre fiel porque sabemos que nada en la creación nos separará de su amor.3
Porque todas las criaturas están completamente en la mano de Dios,

de modo que sin su voluntad
no pueden moverse ni ser movidas.4

1 Job 1:21-22; Stg. 1:3
2 Dt. 8:10; 1 Tes. 5:18
3 Sal. 55:22; Rom. 5:3-5; 8:38-39
4 Job 1:12; 2:6; Prov. 21:1; Hch. 17:24-28

Dios Hijo

Domingo 11

P y R 29

P. ¿Por qué el Hijo de Dios es llamado “Jesús”, que significa “salvador”?

R.  Porque nos salva de nuestros pecados1,

y porque la salvación no debe buscarse ni puede encontrarse en ninguna otra persona.2

1 Mt. 1:21; Heb. 7:25
2 Isa. 43:11; Juan 15:5; Hch. 4:11-12; 1 Tim. 2:5

P y R 30

P. ¿Creen realmente en el único salvador Jesús quienes buscan su salvación en los santos, en sí mismos o en cualquier otra parte?

R.  No.

Aunque se jactan de pertenecerle, por sus acciones niegan al único salvador Jesús.1

O Jesús no es un Salvador perfecto
o aquellos que con fe verdadera lo aceptan como Salvador
poseen en él todo lo que necesitan para su salvación.2

1 1 Cor. 1:12-13; Gal. 5:4
2 Col. 1:19-20; 2:10; 1 Juan 1:7

Domingo 12

P y R 31

P. ¿Por qué se le llama “Cristo” que significa “ungido”?

R.  Porque ha sido ordenado por Dios Padre
y ha sido ungido con el Espíritu Santo1

para ser nuestro supremo profeta y maestro,2

quien nos revela plenamente el secreto consejo y voluntad de Dios acerca de nuestra liberación;3

nuestro único sumo sacerdote4

que nos liberó por el sacrificio único de su cuerpo,5
y que continuamente intercede por nosotros delante del Padre;6
y nuestro rey eterno7

que nos gobierna con su Palabra y Espíritu,
y que nos guarda y nos mantiene en la libertad que ganó para nosotros.8

1 Lc. 3:21-22; 4:14-19 (Isa. 61:1); Heb. 1:9 (Sal. 45:7)
2 Hch. 3:22 (Dt. 18:15)
3 Juan 1:18; 15:15
4 Heb. 7:17 (Sal. 110:4)
5 Heb. 9:12; 10:11-14
6 Rom. 8:34; Heb. 9:24
7 Mat. 21:5 (Zac. 9:9)
8 Mt. 28:18-20; Juan 10:28; Apoc. 12:10-11

P y R 32

P. ¿Por qué te llaman cristiano?

R.  Porque por la fe soy un miembro de Cristo1 
así comparto en su unción.2

He sido ungido
para que confiese su nombre3
para que me presente ante él como sacrificio vivo de acción de gracias,4
para que luche con limpia consciencia contra del pecado y el diablo

en esta vida,5

y para que después reine con Cristo

sobre toda la creación
por la eternidad.6

1 1 Cor. 12:12-27
2 Hch. 2:17 (Joel 2:28); 1 Juan 2:27
3 Mt. 10:32; Rom. 10:9-10; Heb. 13:15
4 Rom. 12:1; 1 Pedro 2:5, 9
5 Gal. 5:16-17; Ef 6:11; 1 Tim. 1:18-19
6 Mt. 25:34; 2 Tim. 2:12

Domingo 13

P y R 33

P. ¿Por qué es llamado “el Hijo único” de Dios cuando nosotros también somos hijos de Dios?

R.  Porque Cristo es el único Hijo eterno y natural de Dios.1
En cambio, nosotros somos hijos de Dios por adopción –

fuimos adoptados por gracia a través de Cristo.2

1 Juan 1:1-3, 14, 18; Heb. 1
2 Juan 1:12; Rom. 8:14-17; Ef. 1:5-6

P y R 34

P. ¿Por qué lo llamas “nuestro Señor”?

R.  Porque—

no con oro o plata,
sino con su preciosa sangre—1

nos libero

del pecado y la tiranía del diablo,2

y nos compró,

cuerpo y alma,

para ser suyos.3

1 1 Pedro. 1:18-19
2 Col. 1:13-14; Heb. 2:14-15
3 1 Cor. 6:20; 1 Tim. 2:5-6

Domingo 14

P y R 35

P. ¿Qué significa
“fue concebido por el Espíritu Santo
y nacido de la virgen María”?

R.  Significa que el Hijo eterno de Dios,

quien es y permanece verdadero y eterno Dios,1

tomó para sí,

mediante la obra del Espíritu Santo,2
e la carne y sangre de la virgen María,3

una naturaleza verdaderamente humana

para así llegar a ser un verdadero descendiente de David,4
como sus hermanos y hermanas en todo sentido5

a excepción del pecado.6

1 Juan 1:1; 10:30-36; Hch. 13:33 (Sal. 2:7); Col. 1:15-17; 1 Juan 5:20
2 Lc. 1:35
3 Mt. 1:18-23; Juan 1:14; Gal. 4:4; Heb. 2:14
4 2 Sam. 7:12-16; Sal. 132:11; Mt. 1:1; Rom. 1:3
5 Fil. 2:7; Heb. 2:17
6 Heb. 4:15; 7:26-27

P y R 36

P. ¿Cómo te beneficia la santa concepción y el nacimiento de Cristo?

R.  Él es nuestro mediador1
y, a los ojos de Dios,
cubre con su inocencia y perfecta santidad
mi pecaminosidad en la cual fui concebido.2

1 1 Tim. 2:5-6; Heb. 9:13-15
2 Rom. 8:3-4; 2 Cor. 5:21; Gal. 4:4-5; 1 Pedro 1:18-19

Domingo 15

P y R 37

P. ¿Qué entiendes cuando se dice que “sufrió”?

R.  Que durante toda su vida en la tierra,
pero especialmente al final,
Cristo soportó

en cuerpo y alma
la ira de Dios en contra del pecado de toda la raza humana.1

Lo hizo a fin de que

mediante su sufrimiento como único sacrificio expiatorio,2
pudiera librarnos, en cuerpo y alma,

de la condenación eterna,3

y ganar para nosotros

la gracia,
la justicia
y la vida eterna de Dios.4

1 Isa. 53; 1 Pedro 2:24; 3:18
2 Rom. 3:25; Heb. 10:14; 1 Juan 2:2; 4:10
3 Rom. 8:1-4; Gal. 3:13
4 Juan 3:16; Rom. 3:24-26

P y R 38

P. ¿Por qué sufrió
“bajo el poder de Poncio Pilato” que actuó como juez?

R.  Para que,

aunque inocente,

pudiera ser condenado por un juez terrenal,1
y así librarnos del severo juicio de Dios

que vendría sobre todos nosotros.2

1 Lc. 23:13-24; Juan 19:4, 12-16
2 Isa. 53:4-5; 2 Cor. 5:21; Gal. 3:13

P y R 39

P. ¿Es significativo que fuera “crucificado” en lugar de morir de otro modo?

R.  Sí.
Esto me convence de
que cargó con la maldición
que yacía sobre mí,
puesto que la muerte por crucifixión era maldición divina.1

1 Gal. 3:10-13 (Dt. 21:23)

Domingo 16

P y R 40

P. ¿Por qué fue necesario que Cristo sufriera la muerte?

R.  Porque la justicia y la verdad de Dios lo requerían:1
ninguna otra cosa podría pagar nuestros pecados
que no sea la muerte del Hijo de Dios.2

1 Gen. 2:17
2 Rom. 8:3-4; Fil. 2:8; Heb. 2:9

P y R 41

P. ¿Por qué fue “sepultado”?

R.  Su sepultura testifica que realmente murió.1

1 Isa. 53:9; Juan 19:38-42; Hch. 13:29; 1 Cor. 15:3-4

P y R 42

P. Puesto que Cristo murió por nosotros,
¿por qué todavía tenemos que morir?

R.  Nuestra muerte no paga la deuda por nuestros pecados.1
Más bien pone término a nuestro pecar
y es la entrada a la vida eterna.2

1 Sal. 49:7
2 Juan 5:24; Fil. 1:21-23; 1 Tes. 5:9-10

P y R 43

P. ¿Qué otro beneficio recibimos del sacrificio y muerte de Cristo en la cruz?

R.  Por el poder de Cristo
nuestra antigua forma de ser fue crucificada, muerta y sepultada con él,1
para que los deseos malvados de la carne

ya no nos controlen,2 

sino que nos ofrezcamos a él

como sacrificio de acción de gracias.3

1 Rom. 6:5-11; Col. 2:11-12
2 Rom. 6:12-14
3 Rom. 12:1; Ef. 5:1-2

P y R 44

P. ¿Por qué añade el credo “descendió al infierno”?

R.  Para asegurarme, durante los ataques de terror y tentación más terribles,
que Cristo mi Señor,

por medio de haber sufrido angustia, dolor y terror en su alma,

sobre la cruz pero también antes de eso,

me ha librado de la angustia y tormento infernal.1

1 Isa. 53; Mt. 26:36-46; 27:45-46; Lc. 22:44; Heb. 5:7-10

Domingo 17

P y R 45

P. ¿Cómo nos beneficia la resurrección de Cristo?

R.  Primero, por su resurrección venció la muerte,

para hacernos partícipes de la justicia
que obtuvo en favor nuestro por su muerte.1

Segundo, por su poder también nosotros

ya hemos sido resucitados a una nueva vida.2

Tercero, la resurrección de Cristo

es garantía segura de nuestra bendita resurrección.3

1 Rom. 4:25; 1 Cor. 15:16-20; 1 Pedro 1:3-5
2 Rom. 6:5-11; Ef. 2:4-6; Col. 3:1-4
3 Rom. 8:11; 1 Cor. 15:12-23; Fil. 3:20-21

Domingo 18

P y R 46

P. ¿Qué entiendes por
“subió al cielo”?

R.  Entiendo que Cristo,

a la vista de sus discípulos,

fue elevado de la tierra al cielo1
y que permanece allí para nuestro bien2
hasta que vuelva otra vez

a juzgar a los vivos y a los muertos.3

1 Lc. 24:50-51; Hch. 1:9-11
2 Rom. 8:34; Ef. 4:8-10; Heb. 7:23-25; 9:24
3 Hch 1:11

P y R 47

P. ¿Pero acaso no está Cristo con nosotros hasta el fin del mundo
como lo prometió?1

R.  Cristo es verdadero ser humano y verdadero Dios.

En su naturaleza humana Cristo no está ahora en la tierra;2
pero en su divinidad, majestad, gracia y Espíritu
jamás está ausente de nosotros.3

1 Mt. 28:20
2 Hch. 1:9-11; 3:19-21
3 Mt. 28:18-20; Juan 14:16-19

P y R 48

P. Si su humanidad no está presente
donde sea que esté su divinidad,
¿no significa esto que las dos naturalezas de Cristo
están separadas una de la otra?

R.  De ninguna manera.
Puesto que la divinidad de Cristo

no tiene límites
y está presente en todo lugar,1

es evidente que

su divinidad ciertamente está más allá de los límites de

la humanidad que tomó,

pero al mismo tiempo su divinidad está
y permanece personalmente unida a

su humanidad.2

1 Jer. 23:23-24; Hch. 7:48-49 (Isa. 66:1)
2 Juan 1:14; 3:13; Col. 2:9

P y R 49

P. ¿Cómo nos beneficia la ascensión de Cristo al cielo?

R.  Primero, él es nuestro abogado

en el cielo
en la presencia de su Padre.1

Segundo, tenemos nuestra propia carne en el cielo

como garantía segura de que Cristo, nuestra cabeza,
nos llevará a nosotros sus miembros
para estar con él.2

Tercero, nos envía su Espíritu a la tierra

como garantía correspondiente.3
Por el poder del Espíritu

ya no buscamos las cosas terrenales,
sino las cosas de arriba, donde Cristo está,

sentado a la diestra de Dios.4

1 Rom. 8:34; 1 Juan 2:1
2 Juan 14:2; 17:24; Ef. 2:4-6
3 Juan 14:16; 2 Cor. 1:21-22; 5:5
4 Col. 3:1-4

Domingo 19

P y R 50

P. ¿Por qué se añade que
“está sentado a la diestra de Dios”?

R.  Porque Cristo ascendió al cielo para mostrar allí que él es la cabeza de su iglesia,1

a través de quien el Padre gobierna todas las cosas.2

1 Ef. 1:20-23; Col. 1:18
2 Mt. 28:18; Juan 5:22-23

P y R 51

P. ¿Cómo nos beneficia la gloria de Cristo
nuestra cabeza?

R.  Primero, mediante su Espíritu

él derrama dones desde el cielo

sobre nosotros sus miembros.1

Segundo, por su poder

nos defiende y mantiene seguros

de todos los enemigos.2

1 Hch. 2:33; Ef. 4:7-12
2 Sal. 110:1-2; Juan 10:27-30; Apoc. 19:11-16

P y R 52

P. ¿Qué consuelo encuentras en el regreso de Cristo para
“juzgar a los vivos y a los muertos”?

R.  En todas las aflicciones y persecuciones,
con mi cabeza erguida
espero confiado al mismo juez

que en mi lugar ya se ofreció a sí mismo a la condenación de Dios
y apartó de mí toda maldición.1

Cristo echará a todos los enemigos suyos y míos

a la condenación eterna,

pero me tomará a mí y a todos los elegidos

consigo mismo para llevarnos al gozo y gloria del cielo.2

1 Lc. 21:28; Rom. 8:22-25; Fil. 3:20-21; Tit. 2:13-14
2 Mt. 25:31-46; 2 Tes. 1:6-10

Dios Espíritu Santo

Domingo 20

P y R 53

P. ¿Qué crees acerca
del “Espíritu Santo”?

R.  Primero, que el Espíritu, con el Padre y el Hijo,

es Dios eterno.1

Segundo, que el Espíritu me es dado a mí también,2

para que a través de la fe
me haga partícipe de Cristo y de todos sus beneficios,3
me consuele,
y permanezca conmigo para siempre.5

1 Gen. 1:1-2; Mt. 28:19; Hch. 5:3-4
2 1 Cor. 6:19; 2 Cor. 1:21-22; Gal. 4:6
3 Gal. 3:14
4 Juan 15:26; Hch. 9:31
5 Juan 14:16-17; 1 Pedro 4:14

Domingo 21

P y R 54

P. ¿Qué crees acerca
de la “santa iglesia católica”?

R.  Creo que el Hijo de Dios

mediante su Espíritu y Palabra,1
de toda la raza humana,2
desde el principio del mundo hasta el final,3

congrega, protege y preserva para sí mismo

una comunidad elegida para vida eterna4

y unida en la verdadera fe.5

Y de esta comunidad yo soy y siempre seré7

un miembro vivo.

1 Juan 10:14-16; Hch. 20:28; Rom. 10:14-17; Col. 1:18
2 Gen. 26:3b-4; Apoc. 5:9
3 Isa. 59:21; 1 Cor. 11:26
4 Mt. 16:18; Juan 10:28-30; Rom. 8:28-30; Ef. 1:3-14
5 Hch. 2:42-47; Ef. 4:1-6
6 1 Juan 3:14, 19-21
7 Juan 10:27-28; 1 Cor. 1:4-9; 1 Pedro 1:3-5

P y R 55

P. Qué entiendes por la
“comunión de los santos”?

R.  Primero, que todos los creyentes en general y en particular,
como miembros de esta comunidad,
participan en Cristo
y en todos sus tesoros y dones.1

Segundo, que cada miembro
debe considerar que tiene el deber
de usar sus dones

pronta y gozosamente
para el servicio y enriquecimiento

de los otros miembros.2

1 Rom. 8:32; 1 Cor. 6:17; 12:4-7, 12-13; 1 Juan 1:3
2 Rom. 12:4-8; 1 Cor. 12:20-27; 13:1-7; Fil. 2:4-8

P y R 56

P. ¿Qué crees en cuanto
al “perdón de los pecados”?

R.  Creo que Dios,

debido a la satisfacción efectuada por Cristo,

ya no recuerda

ninguno de mis pecados1
ni mi naturaleza pecaminosa

contra la cual debo luchar toda mi vida.2

Por el contrario, por gracia

Dios me concede la justicia de Cristo
para librarme para siempre de la condenación.3

1 Sal. 103:3-4, 10, 12; Mi. 7:18-19; 2 Cor. 5:18-21; 1 Juan 1:7; 2:2
2 Rom. 7:21-25
3 Juan 3:17-18; Rom. 8:1-2

Domingo 22

P y R 57

P. ¿Qué consuelo encuentras en la “resurrección del cuerpo”?

R.  No sólo mi alma

será llevada de inmediato después de esta vida
a estar con Cristo su cabeza,1

sino que también mi propia carne

será recusitada por el poder de Cristo,
para ser reunida con mi alma,
y conformada al glorioso cuerpo de Cristo.2

1 Lc. 23:43; Fil. 1:21-23
2 1 Cor. 15:20, 42-46, 54; Fil. 3:21; 1 Juan 3:2

P y R 58

P. ¿Qué consuelo encuentras en el artículo
acerca de “la vida eterna”?

R.  Así como ya ahora

experimento en mi corazón
el principio del gozo eterno,1

así también después de esta vida

gozaré de una perfecta bienaventuranza que

ningún ojo ha visto,
ni oído ha escuchado,
ni corazón humano alguno ha imaginado jamás:

una bienaventuranza para alabar a Dios por toda la eternidad.2

1 Rom. 14:17
2 Juan 17:3; 1 Cor. 2:9

Domingo 23

P y R 59

P. ¿Pero qué provecho sacas de creer todo esto?

R.  En Cristo soy justo delante de Dios
y heredero de la vida eterna.1

1 Juan 3:36; Rom. 1:17 (Hab. 2:4); Rom. 5:1-2

P y R 60

P. ¿Cómo es que eres justo delante de Dios?

R.  Por la sola y verdadera fe en Jesucristo.1

Aunque mi conciencia me acuse

de haber pecado gravemente contra todos los mandamientos de Dios,
de no haber guardado jamás ninguno de ellos,2
y de estar todavía inclinado hacia todo mal,3

a pesar de todo,

sin ningún mérito propio,4
y de pura gracia,5

Dios me concede y acredita
la perfecta satisfacción, justicia y santidad de Cristo,6

como si jamás hubiese pecado o sido un pecador,
y como si hubiese sido obediente a la perfección,

como Cristo fue obediente en mi favor.7

Todo lo que tengo que hacer
es aceptar este don con un corazón creyente.8

1 Rom. 3:21-28; Gal. 2:16; Ef. 2:8-9; Fil. 3:8-11
2 Rom. 3:9-10
3 Rom. 7:23
4 Tit. 3:4-5
5 Rom. 3:24; Ef. 2:8
6 Rom. 4:3-5 (Gen. 15:6); 2 Cor. 5:17-19; 1 Juan 2:1-2
7 Rom. 4:24-25; 2 Cor. 5:21
8 Juan 3:18; Hch. 16:30-31

P y R 61

P. ¿Por qué afirmas
que eres justo por la fe sola?

R.  No agrado a Dios

a causa de la dignidad de mi fe.

Es sólo a causa de la satisfacción, justicia y santidad de Cristo

que soy justo ante Dios,1

y porque puedo aceptar esta justicia y hacerla mía

de ninguna otra manera
que por medio de la fe.2

1 1 Cor. 1:30-31
2 Rom. 10:10; 1 Juan 5:10-12

Domingo 24

P y R 62

P. ¿Por qué no pueden nuestras buenas
obras ser nuestra justicia delante de Dios
o al menos parte de nuestra justicia?

R.  Porque la justicia capaz de ser aprobada por el juicio de Dios

deberá ser enteramente perfecta
y cumplir en todo sentido con la ley divina.1

Pero ocurre que hasta nuestras mejores obras en esta vida

son imperfectas
y están manchadas por el pecado.2

1 Rom. 3:20; Gal. 3:10 (Dt. 27:26)
2 Isa. 64:6

P y R 63

P. ¿Cómo es que se dice que nuestras obras no tienen mérito alguno,
cuando Dios promete recompensarlas
en esta vida y la venidera?1

R.  Esta recompensa no se gana,
sino que es un don de gracia.2

1 Mt. 5:12; Heb. 11:6
2 Lc. 17:10; 2 Tim. 4:7-8

P y R 64

P. ¿Pero no es cierto que esta enseñanza hace que la gente se ponga indiferente e impía?

R.  No.
Es imposible

que aquellos que fueron injertados en Cristo por medio de la fe

dejen de producir frutos de gratitud.1

1 Lc. 6:43-45; Juan 15:5

Los Santos Sacramentos

Domingo 25

P y R 65

P. Si por la sola fe
participamos en Cristo y en todos sus beneficios,
¿de dónde viene la fe?

R.  Viene del Espíritu Santo que la produce en nuestros corazones1

 por medio de la predicación del santo evangelio,2

que la confirma

mediante el uso de los santos sacramentos.3

1 Juan 3:5; 1 Cor. 2:10-14; Ef. 2:8
2 Rom. 10:17; 1 Pedro 1:23-25
3 Mt. 28:19-20; 1 Cor. 10:16

P y R 66

P. ¿Qué son los sacramentos?

R.  Los sacramentos son señales y sellos visibles y sagrados.
Fueron instituidos por Dios

para que mediante su uso

él nos ayude a entender con más claridad

la promesa del evangelio,

y para sellar dicha promesa.1

Esta es la promesa del evangelio de Dios:

Concedernos el perdón de los pecados y la vida eterna

por gracia,
a causa del único sacrificio de Cristo
realizado en la cruz.2

1 Gen. 17:11; Dt. 30:6; Rom. 4:11
2 Mt. 26:27-28; Hch. 2:38; Heb. 10:10

P y R 67

P. ¿Fueron la palabra y los sacramentos
diseñados con el fin de enfocar nuestra fe
en el sacrificio de Jesucristo en la cruz como único fundamento de nuestra salvación?

R.  ¡Sí!
En el evangelio el Espíritu Santo nos enseña
y nos confirma mediante los sacramentos

que toda nuestra salvación
descansa sobre el único sacrificio de Cristo por nosotros en la cruz.1

1 Rom. 6:3; 1 Cor. 11:26; Gal. 3:27

P y R 68

P. ¿Cuántos sacramentos
instituyó Cristo en el Nuevo Testamento?

R. Dos: el santo bautismo y la santa cena.1

1 Mt. 28:19-20; 1 Cor. 11:23-26

El Santo Bautismo

Domingo 26

P y R 69

P. ¿Cómo te recuerda y asegura el santo bautismo que
el único sacrifico de Cristo en la cruz
te beneficia a ti personalmente?

R.  De esta manera:
Cristo instituyó este lavamiento externo1
y con él la promesa de que,

tan cierto como el agua lava la suciedad del cuerpo,
así también su sangre y su Espíritu
lava la impureza de mi alma,

esto es, todos mis pecados.2

1 Hch. 2:38
2 Mt. 3:11; Rom. 6:3-10; 1 Pedro 3:21

P y R 70

P. ¿Qué significa ser
lavado con la sangre y el Espíritu de Cristo?

R.  er lavado con la sangre de Cristo significa

que Dios, por su gracia, ha perdonado nuestros pecados

a causa de la sangre de Cristo
derramada por nosotros en su sacrificio en la cruz.1

Ser lavado por el Espíritu de Cristo significa

que el Espíritu Santo nos ha renovado
y santificado para que seamos miembros de Cristo,

para que más y más

lleguemos a estar muertos al pecado
y vivamos vidas santas y sin reproche.2

1 Zac. 13:1; Ef. 1:7-8; Heb. 12:24; 1 Pedro. 1:2; Apoc. 1:5
2 Ez. 36:25-27; Juan 3:5-8; Rom. 6:4; 1 Cor. 6:11; Col. 2:11-12

P y R 71

P. ¿Dónde nos promete Cristo
que somos lavados con su sangre y Espíritu
tan ciertamente como somos lavados
con el agua del bautismo?

R.  En la institución del bautismo, donde dice:

“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre,
del Hijo
y del Espíritu Santo”.1

“El que crea y sea bautizado será salvo,
pero el que no crea será condenado”.2

Se repite la promesa cuando la Escritura llama al bautismo

“el lavamiento del nuevo nacimiento”
y el “lavamiento de tus pecados”.4

1 Mt. 28:19
2 Mc. 16:16
3 Tit. 3:5
4 Hch. 22:16

Domingo 27

P y R 72

P. ¿Es el lavamiento exterior con agua
el lavamiento mismo de los pecados?

R.  No, sólo la sangre de Jesucristo y el Espíritu Santo
limpian de todo pecado.1

1 Mt. 3:11; 1 Pedro 3:21; 1 Juan 1:7

P y R 73

P. ¿Por qué, pues, el Espíritu Santo llama al bautismo
el agua del nuevo nacimiento
o el lavamiento de pecados?

R.  Dios tiene una buena razón al usar estas palabras.
Para empezar, Dios quiere enseñarnos que

la sangre y Espíritu de Cristo quita nuestros pecados
así como el agua remueve la suciedad de nuestro cuerpo.1

Pero más importante aún,
Dios quiere asegurarnos, mediante su promesa y señal divina,

que somos verdaderamente lavados de nuestros pecados espiritualmente así como nuestros cuerpos son lavados con agua físicamente.2

1 1 Cor. 6:11; Apoc. 1:5; 7:14
2 Hch 2:38; Rom. 6:3-4; Gal. 3:27

P y R 74

P. ¿Deben los niños también ser bautizados?

R.  Sí.
Tanto los niños como los adultos

están incluidos en el pacto de Dios y en su pueblo,1

y a los niños, no menos que los adultos, se les ha prometido

la liberación del pecado a través de la sangre de Cristo
y su Espíritu Santo que produce la fe.2

Por tanto, mediante el bautismo, señal del pacto,

ellos también deben ser incorporados a la iglesia cristiana
y ser diferenciados de los niños

de los no creyentes.3

Esto se llevó a cabo en el Antiguo Testamento mediante la circuncisión,

que en el Nuevo Testamento fue reemplazada por el bautismo.5

1 Gen. 17:7; Mt. 19:14
2 Isa. 44:1-3; Hch. 2:38-39; 16:31
3 Hch. 10:47; 1 Cor. 7:14
4 Gen. 17:9-14
5 Col. 2:11-13

La Santa Cena de Jesucristo

Domingo 28

P y R 75

P. ¿Cómo es que la Santa Cena te
recuerda y asegura que participas en
el único sacrificio de Cristo en la cruz
y en todos sus beneficios?

R.  Lo hace de esta manera:
Cristo me ha mandado a mí y a todos los creyentes
que coman este pan partido y que beban esta copa
en memoria de él.
Junto con este mandamiento vienen las siguientes promesas:1

Primero,

tan seguro como mis ojos ven

el pan del Señor partido para mí
y la copa que se comparte conmigo,

así también es cierto que su cuerpo fue ofrecido
y sacrificado por mí y su sangre fue derramada por mí

en la cruz.

Segundo,

tan seguro como

recibo de mano de aquel que reparte los elementos
y gusto con mi boca

el pan y la copa del Señor
que se me entregan como señales seguras del cuerpo y sangre de Cristo,

así también es cierto que

Cristo nutre y refresca mi alma para vida eterna
con su cuerpo crucificado y su sangre derramada.

1 Mt. 26:26-28; Mc. 14:22-24; Lc. 22:19-20; 1 Cor. 11:23-25

P y R 76

P. ¿Qué significa comer el cuerpo crucificado de Cristo
y beber su sangre derramada?

R.  Significa

aceptar con un corazón creyente

todo el sufrimiento y muerte de Cristo

y de esta manera

recibir perdón de pecados y vida eterna.1

Pero significa más.

Mediante el Espíritu Santo, que vive tanto en Cristo como en nosotros,
somos unidos más y más al bendito cuerpo de Cristo.2

Y así, aunque él está en el cielo3 y nosotros estamos aquí en la tierra,
somos carne de su carne y huesos de su huesos.4
Y para siempre vivimos y somos gobernados por un solo Espíritu,

así como los miembros de nuestro cuerpo son gobernados por una sola alma.5

1 Juan 6:35, 40, 50-54
2 Juan 6:55-56; 1 Cor. 12:13
3 Hch. 1:9-11; 1 Cor. 11:26; Col. 3:1
4 1 Cor. 6:15-17; Ef. 5:29-30; 1 Juan 4:13
5 Juan 6:56-58; 15:1-6; Ef. 4:15-16; 1 Juan 3:24

P y R 77

P. ¿Dónde promete Cristo alimentar
y refrescar a los creyentes
con su cuerpo y sangre,
tan ciertamente como comen el pan partido
y beben de esta copa?

R.  En la institución de la Cena del Señor:

“El Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan,
y después de dar gracias,
lo partió y dijo:

‘Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros [es partido];*
haced esto en memoria de mí.’

Asimismo tomó también la copa, después de la cena, diciendo:

‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; 
haced esto todas las veces que la bebiereis,
en memoria de mí.’

Porque cada vez que comiereis este pan y bebiereis esta copa,
la muerte del Señor anunciáis
hasta que él venga”.1

Pablo repite la promesa con estas palabras:

“La copa de bendición que bendecimos,

¿no es la participación en la sangre de Cristo?

El pan que partimos,

¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?

Puesto que hay un solo el pan, nosotros que somos muchos somos un cuerpo;
pues todos participamos de un solo pan”.2

1 1 Cor. 11:23-26
2 1 Cor. 10:16-17
*Las palabras “es partido” no aparecen en el texto griego, pero están en el original alemán de Catecismo de Heidelberg.

Domingo 29

P y R 78

P. ¿Se convierten el pan y el vino en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo?

R.  No.
Así como el agua del bautismo

no se convierte en la sangre de Cristo
y no lava nuestros pecados
por sí misma, sino que es nada más que una señal y sello1 de estas cosas,

así también el santo pan de la Cena del Señor

no se convierte en el cuerpo real de Cristo,2
aunque se le llama el cuerpo de Cristo3

de acuerdo a la naturaleza y lenguaje de los sacramentos.4

1 Ef. 5:26; Tit. 3:5
2 Mt. 26:26-29
3 1 Cor. 10:16-17; 11:26-28
4 Gen. 17:10-11; Ex. 12:11, 13; 1 Cor. 10:1-4

P y R 79

P. ¿Por qué entonces Cristo llama al pan su cuerpo
y a la copa su sangre,
o habla del nuevo pacto de su sangre,
y por qué Pablo habla
de la participación del cuerpo y la sangre de Cristo?

R.  Cristo tiene una buena razón para usar estas palabras.
Nos quiere enseñar que

así como el pan y el vino alimentan la vida temporal,
así también su cuerpo crucificado y su sangre derramada
son la verdadera comida y bebida de nuestras almas para vida eterna.1

Pero más importante,
quiere asegurarnos, mediante esta señal y promesa,

que nosotros, mediante la obra del Espíritu Santo,
compartimos en su cuerpo y sangre verdaderos,
tan seguro como recibimos estas santas señales en memoria de él,2

y que todo su sufrimiento y obediencia

son tan definitivamente nuestros
como si nosotros mismos hubiésemos personalmente sufrido y hecho satisfacción por nuestros pecados.3

1 Juan 6:51, 55
2 1 Cor. 10:16-17; 11:26
3 Rom. 6:5-11

Domingo 30

P y R 80*

P. ¿Cómo se diferencia la Cena del Señor
de la Misa de la Iglesia Católica?

R.  La Cena del Señor nos declara

que todos nuestros pecados han sido perdonados completamente
a través del único sacrificio de Jesucristo,
que él mismo cumplió en la cruz una vez para siempre.1

También nos declara

que el Espíritu Santo nos injerta en Cristo,2
quien con su verdadero cuerpo
ahora está en el cielo a la diestra del Padre3
donde quiere que lo adoremos.4

[Pero la Misa enseña

que los vivos y los muertos
no tienen sus pecados perdonados
a través del sufrimiento de Cristo,
a menos que Cristo sea ofrecido por ellos diariamente por los sacerdotes.

También enseña

que Cristo está corporalmente presente
bajo la forma del pan y el vino,
y por tanto Cristo debe ser adorado en estos elementos.

De modo que, básicamente la Misa no es

más que la negación
del único sacrificio y sufrimiento de Jesucristo
y una idolatría condenable.]**

1 Juan 19:30; Heb. 7:27; 9:12, 25-26; 10:10-18
2 1 Cor. 6:17; 10:16-17
3 Hch. 7:55-56; Heb. 1:3; 8:1
4 Mt. 6:20-21; Juan 4:21-24; Fil. 3:20; Col. 3:1-3

* La P y R 80 no aparecían en la primera edición del catecismo, pero fueron añadidas en una forma más corta en la segunda edición. La traducción que aquí presentamos viene de la tercera edición expandida.

**En respuesta al mandato del Sínodo de 1998, el Comité de Relaciones Inter-eclesiales de la Iglesia Cristiana Reformada hizo un estudio de la P y R 80 y de la Misa Católica Romana. Sobe la base de este estudio, el Sínodo de 2004 declaró que la “P y R 80 ya no pueden mantenerse en su forma actual como parte de nuestra confesión”. El Sínodo 2006 mandó que la P y R 80 se mantengan en el texto del Catecismo de Heidelberg de la ICR, pero que los últimos tres párrafos sean colocados en corchetes para indicar que ya no reflejan en forma precisa la enseñanza y práctica oficinal de la Iglesia Católica Romana de hoy. De modo que, ya no son confesionalmente obligatorias para los miembros de la ICR.

La Iglesia Reformada en América retiene el texto completo del original, reconociendo que el catecismo fue escrito en un contexto histórico que podría no reflejar la posición de la Iglesia Católica Romana de hoy.

P y R 81

P. ¿Quiénes deben participar
en la mesa del Señor?

R.  Los que están descontentos consigo mismos

a causa de sus pecados,

pero que confían

que sus pecados han sido perdonados
y que las flaquezas que todavía quedan son cubiertas

por el sufrimiento y muerte de Cristo,

y que más y más desean

fortalecer su fe
y vivir una vida mejor.

Pero los hipócritas y los que no se arrepienten
comen y beben su propia condenación.1

1 1 Cor. 10:19-22; 11:26-32

P y R 82

P. ¿Deben ser admitidos
a la Cena del Señor
quienes por lo que profesan y por la forma en que viven demuestran que son incrédulos e impíos?

R.  No, porque esto deshonraría el pacto con Dios
y haría que la ira de Dios caiga sobre toda la congregación.1
Por tanto, según lo que Cristo

y sus apóstoles instruyeron,

la iglesia cristiana tiene el deber de excluir a tales personas,

haciendo uso de las llaves del reino,

hasta que reformen sus vidas.

1 1 Cor. 11:17-32; Sal. 50:14-16; Isa. 1:11-17

Domingo 31

P y R 83

P. ¿Qué son las llaves del reino?

R.  La predicación del santo evangelio
y la disciplina cristiana que llevan al arrepentimiento.
Ambas cosas

abren el reino a los creyentes
y lo cierran a los incrédulos.1

1 Mt. 16:19; Juan 20:22-23

P y R 84

P. ¿Cómo es que la predicación del santo evangelio
abre y cierra el reino de los cielos?

R.  Según el mandamiento de Cristo:

Se abre el reino de los cielos mediante
la proclamación y la declaración pública

a todos y cada uno de los creyentes diciéndoles que,
en tanto que acepten la promesa del evangelio con verdadera fe,
Dios les perdona verdaderamente todos sus pecados por los méritos de Cristo.

Pero se cierra el reino de los cielos mediante
la proclamación y la declaración pública

a todos los incrédulos e hipócritas diciéndoles que,
en tanto que no se arrepientan,
la ira y la condenación eterna de Dios
descansa sobre ellos.

El juicio de Dios, tanto en esta vida como en la venidera,
se basa en este testimonio del evangelio.1

1 Mt. 16:19; Juan 3:31-36; 20:21-23

P y R 85

P. ¿Cómo es que se cierra y abre el reino de los cielos por medio de la disciplina cristiana?

R.  Según el mandamiento de Cristo:

Aquellos que, diciéndose cristianos,

profesan enseñanzas no cristianas o viven vidas no cristianas,

y que, después de haber sido amonestados repetidas veces con amor,

se niegan a abandonar sus errores y su mala conducta,

y que, después de haber sido denunciados a la iglesia (esto es,

a quienes la iglesia ordenó para tal propósito),

no hacen caso a las amonestaciones de la iglesia—

la iglesia excluye a tales personas

de la comunidad cristiana

por medio de negarles los sacramentos,

y Dios también los excluye del reino de Cristo.1

Tales personas,

cuando prometen y demuestran una reforma genuina,

son otra vez recibidos

como miembros de Cristo
y de su iglesia.2

1 Mt. 18:15-20; 1 Cor. 5:3-5, 11-13; 2 Tes. 3:14-15
2 Lc. 15:20-24; 2 Cor. 2:6-11

Tercera Parte: Gratitud

Domingo 32

P y R 86

P. Puesto que hemos sido liberados
de nuestra miseria
por gracia a través de Cristo
sin ningún mérito nuestro,
¿Por qué hemos de hacer buenas obras?

R.  Porque Cristo, habiéndonos redimido por su sangre,
también nos restaura por su Espíritu a su propia imagen,

para que con toda nuestra vida

demostremos que estamos agradecidos a Dios

por sus beneficios,1

para que sea alabado por nosotros,2
para que se nos asegure nuestra fe mediante sus frutos,3
y para que por nuestra vida íntegra

nuestro prójimo sea ganado para Cristo.4

1 Rom. 6:13; 12:1-2; 1 Pedro 2:5-10
2 Mt. 5:16; 1 Cor. 6:19-20
3 Mt. 7:17-18; Gal. 5:22-24; 2 Pedro 1:10-11
4 Mt. 5:14-16; Rom. 14:17-19; 1 Pedro 2:12; 3:1-2

P y R 87

P. ¿Se salvarán los que no se vuelven a Dios
de su vida malagradecida e impenitente?

R.  De ninguna manera.
La Escritura dice que

ninguna persona impúdica,
ninguna persona idólatra, adúltera, ratera,
ninguna persona codiciosa,
ninguna persona borracha, calumniadora,
ladrona o similar
heredará el reino de Dios.1

1 1 Cor. 6:9-10; Gal. 5:19-21; Ef. 5:1-20; 1 Juan 3:14

Domingo 33

P y R 88

P. ¿Qué involucra
un arrepentimiento o conversión genuina?

R.  Dos cosas:

la muerte del antiguo yo,
y la vivificación del nuevo.1

1 Rom. 6:1-11; 2 Cor. 5:17; Ef. 4:22-24; Col. 3:5-10

P y R 89

P. ¿En qué consiste la muerte del antiguo yo?

R.  Significa estar genuinamente arrepentidos del pecado
y odiar más y más el pecado y huir de él.1

1 Sal. 51:3-4, 17; Joel 2:12-13; Rom. 8:12-13; 2 Cor. 7:10

P y R 90

P. ¿En qué consiste la vivificación del nuevo yo?

R.  Significa alegrarse de todo corazón en Dios a través de Cristo
y amar y deleitarse en vivir

según la voluntad de Dios
por medio de realizar todo tipo de buenas obras.2

1 Sal. 51:8, 12; Isa. 57:15; Rom. 5:1; 14:17
2 Rom. 6:10-11; Gal. 2:20

P y R 91

P. ¿Qué son buenas obras?

R.  Sólo aquellas que

son realizadas en la verdadera fe,1
según la ley de Dios,2
y que son hechas para la gloria de Dios;3

y no las que están fundadas

en nuestra propia opinión
o en la tradición humana.4

1 Juan 15:5; Heb. 11:6
2 Lv. 18:4; 1 Sam. 15:22; Ef. 2:10
3 1 Cor. 10:31
4 Dt. 12:32; Isa. 29:13; Eze. 20:18-19; Mt. 15:7-9

Los Diez Mandamientos

Domingo 34

P y R 92

P. ¿Qué es la ley de Dios?

R.  Dios pronunció estas palabras:

PRIMER MANDAMIENTO

“Yo soy el Señor tu Dios,

Yo te saqué de Egipto,
del país donde eras esclavo.

No tengas otros dioses además de mí”.

SEGUNDO MANDAMIENTO

“No te hagas ningún ídolo,

ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo,
ni con lo que hay abajo en la tierra,
ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

No te inclines delante de ellos ni los adores.

Yo, el SEÑOR tu Dios, soy un Dios celoso,
que castiga a los hijos por la maldad de los padres,

hasta la tercera y cuarta generación de los que me rechazan.

Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos,

les muestro mi amor por mil generaciones”.

TERCER MANDAMIENTO

“No pronuncies el nombre del SEÑOR tu Dios a la ligera.

Yo, el SEÑOR, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera”.

CUARTO MANDAMIENTO

“Acuérdate del sábado, para consagrarlo.
Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer,
pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al SEÑOR tu Dios.
No hagas en ese día ningún trabajo,

ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu esclavo, ni tu esclava,
ni tus animales,
ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades.

Acuérdate de que en seis días hizo el SEÑOR

los cielos y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos,

y que descansó el séptimo día.
Por eso el SEÑOR bendijo
y consagró el día de reposo”.

QUINTO MANDAMIENTO

“Honra a tu padre y a tu madre,

para que disfrutes de una larga
vida en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios”.

SEXTO MANDAMIENTO

“No mates”

SÉPTIMO MANDAMIENTO

“No cometas adulterio”.

OCTAVO MANDAMIENTO

“No robes”.

NOVENO MANDAMIENTO

“No des falso testimonio

en contra de tu prójimo”.

DÉCIMO MANDAMIENTO

“No codicies la casa de tu prójimo:
No codicies su esposa,

ni su esclavo, ni su esclava,
ni su buey, ni su burro,
ni nada que le pertenezca a tu prójimo.”1

1 Ex. 20:1-17; Dt. 5:6-21

P y R 93

P. ¿Cómo se dividen estos mandamientos?

R.  En dos tablas.
La primera contiene cuatro mandamientos

que enseñan cómo debemos vivir en relación a Dios.

La segunda contiene seis mandamientos

que nos enseñan lo que le debemos al prójimo.1

1 Mt. 22:37-39

P y R 94

P. ¿Qué requiere el Señor
en el primer mandamiento?

R.  Que para no poner en peligro mi propia salvación,
evite y huya de

toda idolatría,1 hechicería, ritos superticiosos,2
y oraciones a los santos u otras criaturas.3

Que correctamente conozca al único Dios verdadero,4

que en él solo confíe,5
y busque a Dios para todo lo bueno6

humilde7 y pacientemente,8

y que ame,9 tema10 y honre11 a Dios

con todo mi corazón.

En suma,

que renuncie a todo
lo que me lleve a hacer cualquier cosa que esté en contra de la voluntad de Dios.12

1 1 Cor. 6:9-10; 10:5-14; 1 Juan 5:21
2 Lv. 19:31; Dt. 18:9-12
3 Mt. 4:10; Apoc. 19:10; 22:8-9
4 Juan 17:3
5 Jer. 17:5, 7
6 Sal. 104:27-28; Stg. 1:17
7 1 Pedro 5:5-6
8 Col. 1:11; Heb. 10:36
9 Mt. 22:37 (Dt. 6:5)
10 Prov. 9:10; 1 Pedro 1:17
11 Mt. 4:10 (Dt. 6:13)
12 Mt. 5:29-30; 10:37-39

P y R 95

P. ¿Qué es idolatría?

R.  La idolatría es

tener o inventar algo en lo que uno confía
en lugar o además del único y verdadero Dios,

que se ha revelado a sí mismo en su Palabra.1

1 1 Cro. 16:26; Gal. 4:8-9; Ef. 5:5; Fil. 3:19

Domingo 35

P y R 96

P. ¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros
en el segundo mandamiento?

R.  Que de ninguna manera hagamos una imagen de Dios1
ni lo adoremos en ninguna otra forma

que la que ha sido ordenada en la Palabra de Dios.2

1 Dt. 4:15-19; Isa. 40:18-25; Hch. 17:29; Rom. 1:22-23
2 Lv. 10:1-7; 1 Sam. 15:22-23; Juan 4:23-24

P y R 97

P. ¿Significa esto que no debemos hacer ninguna imagen de Dios?

R.  Dios no puede ni debe
ser representado de ninguna manera.

Aunque algunas criaturas pueden ser representadas,
Dios prohíbe hacer o tener dichas imágenes

con el fin de adorarlas
o de servir a Dios por medio de ellas.1

1 Ex. 34:13-14, 17; 2 R 18:4-5

P y R 98

P. ¿Pero no se podrían permitir las imágenes en los templos
como si fueran libros para los ignorantes?

R.  No. No debemos tratar de ser más sabios que Dios.
Dios quiere que la comunidad cristiana sea instruida

por la predicación viva de su Palabra—1
no mediante ídolos que ni siquiera pueden hablar.2

1 Rom. 10:14-15, 17; 2 Tim. 3:16-17; 2 Pedro 1:19
2 Jer. 10:8; Hab. 2:18-20

Domingo 36

P y R 99

P. ¿Cuál es el propósito del tercer mandamiento?

R.  Que no blasfememos ni profanemos el nombre de Dios

maldiciendo,1 dando falso testimonio2 o haciendo juramentos innecesarios,3

ni que participemos en tales horribles pecados

quedándonos callados ante ellos.4

En suma,

debemos usar el santo nombre de Dios

sólo con temor y veneración,5

para que propiamente

confesemos a Dios,6
oremos a Dios,7
y glorifiquemos a Dios con todas nuestras palabras y obras.8

1 Lv. 24:10-17
2 Lv. 19:12
3 Mt. 5:37; Stg. 5:12
4 Lv. 5:1; Prov. 29:24
5 Sal. 99:1-5; Jer. 4:2
6 Mt. 10:32-33; Rom. 10:9-10
7 Sal. 50:14-15; 1 Tim. 2:8
8 Col. 3:17

P y R 100

P. ¿Es la blasfemia del nombre de Dios, por medio de juramentos y maldiciones,
algo tan serio que Dios se enoja con aquellos
que no hacen todo lo que puedan
para prevenirlo y prohibirlo?

R.  Por supuesto que sí.

No hay mayor pecado
ni cosa que provoque más la ira de Dios
que la blasfemia de su nombre.

Esta es la razón por la que Dios mandó que dicho pecado sea castigado con la muerte.2

1 Lv. 5:1
2 Lv. 24:10-17

Domingo 37

P y R 101

P. ¿Podemos hacer un juramento en el nombre de Dios,
si lo hacemos con reverencia?

R.  Sí, cuando el gobierno lo demanda,
o cuando la necesidad lo exige,

para mantener y promover la verdad y la confianza
para la gloria de Dios y el bien del prójimo.

Tales juramentos se fundamentan en la Palabra de Dios1

y fueron usados correctamente por el pueblo de Dios

en el Antiguo y Nuevo Testamentos.2

1 Dt. 6:13; 10:20; Jer. 4:1-2; Heb. 6:16
2 Gen. 21:24; Jos. 9:15; 1 R 1:29-30; Rom. 1:9; 2 Cor. 1:23

P y R 102

P. ¿Podemos jurar también por los santos y otras criaturas?

R.  No.
Un juramento legítimo significa invocar a Dios
como la única persona que conoce mi corazón

para dar testimonio de mi veracidad
y para que me castigue si juro falsamente.1

Ninguna criatura es digna de tan grande honor.2

1 Rom. 9:1; 2 Cor. 1:23
2 Mt. 5:34-37; 23:16-22; Stg. 5:12

Domingo 38

P y R 103

P. ¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida
en el cuarto mandamiento?

R.  Primero

que se mantenga el ministerio y la instrucción del evangelio,1
y que, especialmente en el día de descanso festivo,
yo asista diligentemente a la asamblea del pueblo de Dios2

para aprender lo que enseña la Palabra de Dios,3
para participar en los sacramentos,4
para orar a Dios públicamente,5
y para dar mi ofrenda cristiana para los pobres.6

Segundo,

que cada día de mi vida

descanse de mis malos caminos,
y permita que el Señor obre en mí por su Espíritu,

y que así empiece en esta vida
el descanso eterno.7

1 Dt. 6:4-9, 20-25; 1 Cor. 9:13-14; 2 Tim. 2:2; 3:13-17; Tit. 1:5
2 Dt. 12:5-12; Sal. 40:9-10; 68:26; Hch. 2:42-47; Heb. 10:23-25
3 Rom. 10:14-17; 1 Cor. 14:31-32; 1 Tim. 4:13
4 1 Cor. 11:23-25
5 Col. 3:16; 1 Tim. 2:1
6 Sal. 50:14; 1 Cor. 16:2; 2 Cor. 8 & 9
7 Isa. 66:23; Heb. 4:9-11

Domingo 39

P y R 104

P. ¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida
en el quinto mandamiento?

R.  Que honre, ame y sea fiel

a mi padre y madre
y a todos los que tienen autoridad sobre mí;

que me someta con apropiada obediencia

a toda su buena enseñanza y disciplina;1

y que sea paciente con sus flaquezas—2
porque Dios ha escogido gobernarnos por medio de ellos.3

1 Ex. 21:17; Prov. 1:8; 4:1; Rom. 13:1-2; Ef. 5:21-22; 6:1-9; Col. 3:18-4:1
2 Prov. 20:20; 23:22; 1 Pedro 2:18
3 Mt. 22:21; Rom. 13:1-8; Ef. 6:1-9; Col. 3:18-21

Domingo 40

P y R 105

P. ¿Cuál es la voluntad de Dios para tu vida
en el sexto mandamiento?

R.  Que no menosprecie, odie, insulte o mate a mi prójimo—

que tampoco lo haga con mis pensamientos, mis palabras, mis miradas o gestos,
y por cierto que jamás lo dañe con mis acciones—

y que no partícipe con otros en algo así;1
por el contrario, debo suprimir todo deseo de venganza.2

Tampoco debo hacerme daño a mí mismo ni imprudentemente ponerme en peligro.3
Además, el gobierno está armado con
la espada para prevenir el homicidio.4

1 Gen. 9:6; Lv. 19:17-18; Mt. 5:21-22; 26:52
2 Prov. 25:21-22; Mt. 18:35; Rom. 12:19; Ef. 4:26
3 Mt. 4:7; 26:52; Rom. 13:11-14
4 Gen. 9:6; Ex. 21:14; Rom. 13:4

P y R 106

P. ¿Se refiere este mandamiento al homicidio solamente?

R.  Al prohibir el homicidio Dios nos enseña

que odia la raíz del homicidio:
envidia, odio, ira, venganza.1

A los ojos de Dios todas estas cosas son formas veladas de homicidio.2

1 Prov. 14:30; Rom. 1:29; 12:19; Gal. 5:19-21; 1 Juan 2:9-11
2 1 Juan 3:15

P y R 107

P. ¿Es, pues, suficiente
que no matemos a nuestro prójimo en ninguna de las formas que hemos descrito?

R.  No.
Al condenar la envidia, el odio y la ira,
Dios desea

que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos,1
que seamos pacientes,  pacíficos, bondadosos,

misericordiosos y amistosos para con él,2

a fin de protegerlo de todo daño hasta donde nos sea posible,
y que hagamos el bien incluso a nuestros enemigos.3

1 Mt. 7:12; 22:39; Rom. 12:10
2 Mt. 5:3-12; Lc. 6:36; Rom. 12:10, 18; Gal. 6:1-2; Ef. 4:2; Col. 3:12; 1 Pedro. 3:8
3 Ex. 23:4-5; Mt. 5:44-45; Rom. 12:20-21 (Prov. 25:21-22)

Domingo 41

P y R 108

P.  ¿Qué nos enseña el séptimo mandamiento?

R.  Que Dios codena toda impudicia,1

y que, por tanto, debemos detestarla completamente2
y que debemos vivir vidas decentes y castas,3
dentro y fuera del santo estado del matrimonio.

1 Lv. 18:30; Ef. 5:3-5
2 Judas 22-23
3 1 Cor. 7:1-9; 1 Tes. 4:3-8; Heb. 13:4

P y R 109

P.  ¿Prohíbe Dios en este mandamiento
sólo pecados escandalosos como el adulterio?

R.  Somos templos del Espíritu Santo, en cuerpo y alma,
y Dios quiere que ambos sean conservados puros y santos.
Es por esto que Dios prohíbe

toda acción, mirada, conversación, pensamientos o deseos impúdicos,1
y cualquier cosa que pueda incitar a alguien hacia tales cosas.

1 Mt. 5:27-29; 1 Cor. 6:18-20; Ef. 5:3-4
2 1 Cor. 15:33; Ef. 5:18

Domingo 42

P y R 110

P.  ¿Qué prohíbe Dios
en el octavo mandamiento?

R.  Dios no solo prohíbe el hurto y robo declarados,

que son castigados por la ley,1

sino que a los ojos de Dios el hurto también incluye
toda intriga y engaño
con el fin de apoderarnos de los bienes del prójimo,

sea por la fuerza o por medios que parecieran legítimos,2
tales como

medidas inexactas de peso, tamaño o volumen;
mercancía fraudulenta;
dinero falsificado;
interés excesivo;
o cualquier otro medio que Dios prohíbe.3

Además, Dios prohíbe toda codicia4
y el despilfarro inútil de sus dones.5

1 Ex. 22:1; 1 Cor. 5:9-10; 6:9-10
2 Mi. 6:9-11; Lc. 3:14; Stg. 5:1-6
3 Dt. 25:13-16; Sal. 15:5; Prov. 11:1; 12:22; Eze. 45:9-12; Lc. 6:35
4 Lc. 12:15; Ef. 5:5
5 Prov. 21:20; 23:20-21; Lc. 16:10-13

P y R 111

P.  ¿Qué requiere Dios de ti
en este mandamiento?

R.  Que haga todo lo que pueda

para el bien de mi prójimo,

que trate a los demás

como me gustaría ser tratado por ellos,

y que trabaje fielmente

para que pueda compartir con aquellos que tienen necesidad.1

1 Isa. 58:5-10; Mt. 7:12; Gal. 6:9-10; Ef. 4:28

Domingo 43

P y R 112

P.  ¿Qué se busca con el noveno mandamiento?

R.  Que yo

jamás levante falso testimonio contra ninguna persona,
ni que tergiverse las palabras de otros,
ni difunda chismes o calumnias,
ni que me una a condenar a alguien a la ligera o sin proceso judicial.1

Por el contrario, sea en la corte o en cualquier otro lugar,
debo evitar la mentira y el engaño de todo tipo;

estas son las artimañas que el diablo mismo usa
y que sólo conseguirán que la intensa ira de Dios se descargue sobre mí.

Más bien debo amar la verdad,

expresarla con franqueza,
y reconocerla abiertamente.3

Debo hacer lo que pueda

para proteger y promover el buen nombre de mi prójimo.4

1 Sal. 15; Prov. 19:5; Mt. 7:1; Lc. 6:37; Rom. 1:28-32
2 Lv. 19:11-12; Prov. 12:22; 13:5; Juan 8:44; Apoc. 21:8
3 1 Cor. 13:6; Ef. 4:25
4 1 Pedro 3:8-9; 4:8

Domingo 44

P y R 113

P.  ¿Qué se busca con el décimo mandamiento?

R.  Que no permitamos que en nuestros corazones se levanten ni el más mínimo deseo o pensamiento

contrario a cualquier mandamiento de Dios.

Por el contrario, que de todo corazón

odiemos el pecado
y nos deleitemos en todo lo que sea justo.1

1 Sal. 19:7-14; 139:23-24; Rom. 7:7-8

P y R 114

P.  ¿Pueden los convertidos a Dios
guardar estos mandamientos perfectamente?

R.  No.
En esta vida, hasta la persona más santa sólo logra un pequeño comienzo en esta obediencia.1

Sin embargo, con toda seriedad de propósito,
los convertidos empiezan a vivir según todos, y no sólo algunos,
de los mandamientos de Dios.2

1 Ec. 7:20; Rom. 7:14-15; 1 Cor. 13:9; 1 Juan 1:8-10
2 Sal. 1:1-2; Rom. 7:22-25; Fil. 3:12-16

P y R 115

P.  Puesto que nadie puede en esta vida
obedecer los Diez Mandamientos en forma perfecta,
¿por qué quiere Dios que se
prediquen tan meticulosamente?

R.  Primero, para que mientras más vivamos en esta vida

conozcamos mejor nuestra pecaminosidad
y busquemos con más vehemencia a Cristo

para hallar perdón de pecados y la justicia.1

Segundo, para que
jamás dejemos de esforzarnos,
y para que jamás dejemos de orar a Dios por la gracia del Espíritu Santo,

para ser renovados más y más a la imagen de Dios,

hasta que después de esta vida lleguemos a la meta:

la perfección.2

1 Sal. 32:5; Rom. 3:19-26; 7:7, 24-25; 1 Juan 1:9

2 1 Cor. 9:24; Fil. 3:12-14; 1 Juan 3:1-3

El Padre Nuestro

Domingo 45

P y R 116

P.  ¿Por qué los cristianos necesitan orar?

R.  Porque la oración es la parte más importante

de la gratitud que Dios requiere de nosotros.1

También porque Dios da su gracia y su Espíritu Santo
sólo a aquellos que oran continuamente y que gimen internamente,

pidiéndole a Dios estos dones
y dándole gracias por ellos.2

1 Sal. 50:14-15; 116:12-19; 1 Tes. 5:16-18
2 Mt. 7:7-8; Lc. 11:9-13

P y R 117

P.  ¿Cuál es la oración
que agrada a Dios y que él escucha?

R.  Primero, debemos orar de corazón

a ningún otro que al único verdadero Dios,

que se nos ha revelado en su Palabra,

pidiendo por todo lo que Dios nos ha mandado que pidamos.1

Segundo, debemos reconocer plenamente nuestra necesidad y miseria,

para humillarnos delante de la presencia majestuosa de Dios.2

Tercero, debemos descansar en este fundamento inquebrantable:

aunque no lo merecemos,
Dios de seguro oirá nuestra oración

debido a Cristo nuestro Señor.

Esto es lo que Dios nos prometió en su Palabra.3

1 Sal. 145:18-20; Juan 4:22-24; Rom. 8:26-27; Sgo. 1:5; 1 Juan 5:14-15
2 2 Cro. 7:14; Sal. 2:11; 34:18; 62:8; Isa. 66:2; Apoc. 4
3 Dan. 9:17-19; Mt. 7:8; Juan 14:13-14; 16:23; Rom. 10:13; Sgo. 1:6

P y R 118

P.  ¿Qué nos ha mandado Dios que le pidamos en oración?

R.  Todo lo que necesitamos, espiritual y físicamente,1
tal como Cristo lo abarcó en la oración
que él mismo nos enseñó.

1 Stg. 1:17; Mt. 6:33

P y R 119

P.  ¿Qué dice esta oración?

R.  Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Perdónanos nuestras deudas,

como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

Y no nos dejes caer en tentación

sino líbranos del maligno.*

porque tuyo es el reino,

y el poder,
y la gloria, por todos los siglos.

Amén.1**

1 Mt. 6:9-13; Lc. 11:2-4

*Este texto del Padrenuestro viene de la Nueva Versión Internacional. La mayoría de eruditos bíblicos concuerdan en que es una traducción precisa del texto griego y que comunica casi el mismo significado de otras versiones del Padrenuestro.

** Mejores y más antiguos manuscritos de Mateo 6 omiten las palabras “porque tuyo es el reino… Amén”.

Domingo 46

P y R 120

P.  ¿Por qué nos mandó Cristo que llamemos a Dios “Padre nuestro”?

R.  Para despertar en nosotros
al comienzo mismo de nuestra oración
lo que debería ser el fundamento de nuestra oración—

la reverencia y confianza
filial de que a través de Cristo, Dios ha llegado a ser nuestro Padre,

y que así como nuestros padres no nos niegan

las cosas de esta vida,

estamos todavía más seguros de que Dios nuestro Padre no nos negará

lo que le pedimos en fe.1

1 Mt. 7:9-11; Lc. 11:11-13

P y R 121

P.  ¿Por qué se añade
“que estás en el cielo”?

R.  Estas palabras nos enseñan

que no imaginemos que la majestad celestial de Dios

es algo terrenal,1

y que esperemos todo

lo que se necesitamos para cuerpo y alma
del poder todopoderoso de Dios.

1 Jer. 23:23-24; Hch. 17:24-25
2 Mt. 6:25-34; Rom. 8:31-32

Domingo 47

P y R 122

P.  ¿Qué quiere decir la primera petición?

R.  “Santificado sea tu nombre” quiere decir:

Ayúdanos a que verdaderamente te conozcamos1,
honremos, glorifiquemos y alabemos

por todas tus obras
y por todo lo que resplandece de ellas:

tu todopoderoso poder, sabiduría, bondad,
justicia, misericordia y verdad.2

Y quiere decir,

Ayúdanos a dirigir toda nuestra vida—

lo que pensamos, decimos y hacemos—

de tal manera que tu nombre jamás sea blasfemado a causa de nosotros
sino que sea honrado y alabado.3

1 Jer. 9:23-24; 31:33-34; Mt. 16:17; Juan 17:3
2 Ex. 34:5-8; Sal. 145; Jer. 32:16-20; Lc. 1:46-55, 68-75; Rom. 11:33-36
3 Sal. 115:1; Mt. 5:16

Domingo 48

P y R 123

P.  ¿Qué quiere decir la segunda petición?

R.  “Venga tu reino” significa:
Gobiérnanos por tu Palabra y Espíritu de tal manera

que más y más nos sometamos a ti.1

Preserva tu iglesia y hazla crecer.2

Destruye la obra del diablo;
destruye toda fuerza que se rebela en contra tuya
y cada conspiración en contra de tu santa Palabra.3

Haz esto hasta que tu reino venga en su plenitud,

cuando tú serás

todo en todos.4

1 Sal. 119:5, 105; 143:10; Mt. 6:33
2 Sal. 122:6-9; Mt. 16:18; Hch. 2:42-47
3 Rom. 16:20; 1 John 3:8
4 Rom. 8:22-23; 1 Cor. 15:28; Apoc. 22:17, 20

Domingo 49

P y R 124

P.  ¿Qué quiere decir la tercera petición?

R.  “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” significa:

Ayúdanos a nosotros y a toda la gente

a que rechacemos nuestra propia voluntad
y que obedezcamos tu voluntad sin contradecirte.
Sólo tu voluntad es buena.1

Ayúdanos a nosotros y a todos a realizar el trabajo al que hemos sido llamados,2

tan voluntaria y fielmente como lo hacen los ángeles en el cielo.3

1 Mt. 7:21; 16:24-26; Lc. 22:42; Rom. 12:1-2; Tit. 2:11-12
2 1 Cor. 7:17-24; Ef. 6:5-9
3 Sal. 103:20-21

Domingo 50

P y R 125

P.  ¿Qué quiere decir la cuarta petición?

R.  “Danos hoy nuestro pan cotidiano” significa:

Provee para todas nuestras necesidades físicas1
de modo que sepamos

que tú eres la única fuente de todo bien,2
y que nuestro trabajo y preocupación,
así como tus dones,
no serán capaces de beneficiarnos sin tu bendición.3

También ayúdanos a renunciar a nuestra confianza en las criaturas
para confiar sólo en ti.4

1 Sal. 104:27-30; 145:15-16; Mt. 6:25-34
2 Hch. 14:17; 17:25; Stg. 1:17
3 Dt. 8:3; Sal. 37:16; 127:1-2; 1 Cor. 15:58
4 Sal. 55:22; 62; 146; Jer. 17:5-8; Heb. 13:5-6

Domingo 51

P y R 126

P.  ¿Qué quiere decir la quinta petición?

R.  “Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” significa:

Debido a la sangre de Cristo,
no nos imputes, pobres pecadores que somos,

ninguno de los pecados que cometemos
o el mal que constantemente se apega a nosotros.1

Perdónanos así como estamos completamente decididos,

como evidencia de tu gracia en nosotros,

a personar a nuestro prójimo.2

1 Sal. 51:1-7; 143:2; Rom. 8:1; 1 Juan 2:1-2
2 Mt. 6:14-15; 18:21-35

Domingo 52

P y R 127

P.  ¿Qué quiere decir la sexta petición?

R.  “Y no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno” significa:

Nosotros mismos somos demasiado débiles
para mantenernos firmes ni siquiera un instante.1
Y nuestros enemigos mortales—

el diablo,2 el mundo3 y nuestra propia carne4—

jamás dejan de atacarnos.

Así que, Señor,
sostennos y fortalécenos

con el poder de tu Espíritu Santo,

para que no seamos vencidos

en esta lucha espiritual,5

sino que resistamos con firmeza a nuestros enemigos

hasta que finalmente logremos la victoria completa.6

1 Sal. 103:14-16; Juan 15:1-5
2 2 Cor. 11:14; Ef. 6:10-13; 1 Pedro 5:8
3 Juan 15:18-21
4 Rom. 7:23; Gal. 5:17
5 Mt. 10:19-20; 26:41; Mc. 13:33; Rom. 5:3-5
6 1 Cor. 10:13; 1 Tes. 3:13; 5:23

P y R 128

P.  ¿Qué quiere decir la conclusión de esta oración?

R.  “porque tuyo es el reino,
y el poder,
y la gloria, por todos los siglos” significa:

Hemos elevado a ti todas estas peticiones porque tú,
como nuestro poderoso rey,

estás dispuesto y eres capaz
de darnos todo lo que es bueno;1

y porque tu santo nombre,

y no nosotros,

debe recibir toda la alabanza por siempre.2

1 Rom. 10:11-13; 2 Pedro 2:9
2 Sal. 115:1; Juan 14:13

P y R 129

P.  ¿Qué significa la palabra “Amén”?

R.  “Amén” significa:

¡Esto es verdadera y seguramente cierto!

Es más seguro

que Dios escucha mi oración

que lo que yo realmente deseo

lo que he orado.1

1 Isa. 65:24; 2 Cor. 1:20; 2 Tim. 2:13